miércoles, 1 de octubre de 2025

Dies Irae: Un paseo por la tienda Riffs y la Anarko Metal Shop Fuerza para José “Toño” Cabezas.

Tras la noticia sobre el lamentable accidente del “Toño Cabezas”, fundador de la banda Betrayed y leyenda viva del metal porteño, supe de un amigo suyo, Eduardo Saavedra, “Lalo Thrash”, que tiene una tienda de discos y poleras metal en Viña. La tienda se llama “Riffs” y se encuentra en el Paseo Cousiño, cerca de calle Viana.

Hasta ese entonces, la única tienda metalera de la cual tenía conocimiento y que frecuentaba muy seguido era la tienda del “Toño”, la “Anarko Metal Shop” ubicada en la cima de la galería Tres Palacios de Avenida Pedro Montt, Valparaíso. Había que subir ese camino de caracol como quien se aventuraba hacia una dimensión “under”. Por lo mismo, recorrer esa galería y dirigirse a la tienda tenía una mística, porque se trataba de la única tienda porteña especializada en material exclusivamente metalero.

Sin embargo, también existía esta otra tienda “Riffs” y el propio Lalo Thrash dijo que la tenía hace ya más de diez años. La tienda del “Toño” es más antigua eso sí, y data, según entiendo, de los años noventa, un verdadero baluarte que, pese a la banalización, aún mantiene su vigencia. Entré a la tienda del Lalo Thrash. Tiene menos espacio que la del Toño, pero lo compensa con discos, vinilos y cassettes que son verdaderas joyas, auténticos “filetes”, inclusive rarezas que jamás habría pensado encontrar en formato físico. Así, por ejemplo, me interesé, de inmediato, en álbumes de Voivod, uno de Paradise Lost, otro de The Gathering, también de Type O Negative, y gran parte de las leyendas del heavy: Saxon, Maiden y DIO.

Cuando investigué un poco más, di con un disco que sencillamente no me esperaba: uno de Devil Doll, banda experimental de fines de los ochenta que mezclaba metal, música sinfónica tenebrosa y vanguardia, en una propuesta, en sumo, arriesgada. De inmediato, le mostré la joyita al Lalo: Dies Irae. “Son raros. Es como King Diamond con música de cámara”. Asentí y repetí la palabra bizarro, para entrar en sintonía con la visión de Mr Doctor. Me llevé el disco, sin pensarlo demasiado, ya que se trataba de un disco exclusivo, prácticamente inexistente en otra parte.

En eso, fue inevitable recordar al “Toño Cabezas”. “Acá hay puras joyitas”, le mencioné al Lalo Thrash. “Acá estamos hace como diez años”, respondió, breve y escueto. Luego le conté que la única tienda de metal que conocía era la Anarko Metal Shop, al menos la única de la Quinta. Entonces, el Lalo me preguntó si sabía lo que le había pasado al Toño. Le contesté que por supuesto, que lo habían atropellado, que, hasta donde yo sabía, se encontraba estable, pero muy delicado. La preocupación por el estado de salud del Toño, de hecho, fue gigante, entre los miembros de Betrayed y gran parte de la escena metalera local. Era cosa de ver la cantidad de seguidores atentos a cualquier novedad tras el comunicado de la banda. Me di cuenta que el Toño era muy querido entre la fanaticada y había, por ende, una gran hermandad que resurgía cual fénix en momentos oscuros.

Hacía poco había ido a la Anarko Metal, antes de Halloween, para comprar el disco Bajo una luna cámbrica de Dorso. Cuando uno llegaba pasadito la hora de almuerzo, era común ver a algunos amigos del Toño vacilando sus buenos tarros para luego ir a comprar chelita en la botillería. Al Toño también lo solía ver en el Baranda Bar, el ex Keops, un antro clásico donde todos los rockeros y metaleros del puerto iban a ranciar o a hacer la previa para luego ir a las tokatas. Por eso se le extraña, por su cercanía y buena onda. Y, por lo mismo, resulta algo chocante imaginarlo en otro contexto que no sea el de la buena música metal.

Salir a tomarse un copete de madrugada por la noche porteña se ha vuelto un auténtico ejercicio temerario, porque te pueden asaltar o te puede atropellar un conductor imprudente en estado de ebriedad o de intemperancia. Hay recorridos carreteros que ya lamentablemente no se pueden hacer, por temor a la parca o por temor al diablo, al diablo personificado en cualquier “pinganilla” de la esquina. La verdadera sombra asecha, sin duda, luego de una desenfrenada jornada de esparcimiento. Lo bueno es que todavía se puede sobrevivir, con un poco de apañe de los amigos, como hubiese cantado Joe Cocker. Así lo supo el gran “Toño Cabezas” y por eso mismo se mantiene cual viejo roble, resistiendo, resonando cual riff estridente desde las entrañas del inframundo.

Antes de salir de la tienda Riffs, a propósito, el “Lalo Thrash” me avisó que Betrayed realizaría un concierto a beneficio, concierto al cual de seguro voy a asistir. No me contó en qué local se haría, aunque la banda pronto daría aviso a sus seguidores, para realizar el evento a beneficio del querido “Toño”. Busqué el significado de “Dies Irae”. Se trata del “Día del Juicio Final”. La compra de ese disco no era coincidencia, era una señal, señal de que a todos nos toca enfrentar ese día, y señal de que algunos todavía permanecen entre nosotros, para dar la pelea y demostrarle al de la guadaña y al mandinga que hay metal y hueveo para rato.

"Cabalgando el trueno metálico": Cuarenta años de "Ride the lightning" (1984) de Metallica.

Cuando escuché por primera vez el Ride The Lightning de Metallica, sabía que había allí algo muy distinto, mucho más profundo y oscuro que los discos posteriores de la banda californiana. Hasta ese entonces, no tenía noción de la "época de oro" de Metallica y, por extensión, de la época de oro del thrash metal y el heavy metal en general. Me perdía un universo subterráneo de virtuosismo, intensidad y misticismo. Me perdía la propia época de los ochenta.

El primer álbum que escuché fue el "Justicia para todos". Me voló la cabeza su velocidad, su potencia y el tecnicismo de sus canciones. Fue ese el cassette que me condujo luego a los tres primeros álbumes, los más clásicos. Así fue que descubrí el segundo disco, el de la "silla eléctrica" como le decían algunos, a mi juicio, el mejor disco de los legendarios Metallica.

Aquel disco era el "Ride the lightning" que, en español, se podría traducir como "Montando el rayo". Sin duda, un mazazo de potencia sonora que desplegaba una atmósfera densa y, al mismo tiempo, un apartado lírico repleto de referencias literarias. Y es aquí en donde quiero detenerme.

¿Qué era lo que hacía tan bueno al álbum, más allá de su aspecto técnico y su poderosa propuesta musical? Era, a mi juicio, el imaginario de sus canciones. Es sabido, para los conocedores de la historia de la banda y para los amantes del metal, que Cliff Burton era un acérrimo lector y un confeso fanático del universo de H.P Lovecraft, el maestro del horror cósmico materialista.

No hay suficiente consenso al respecto, pero todo apunta a que fue el propio Burton el que introdujo al resto de la banda, especialmente a James Hetfield y a Kirk Hammett, a la literatura gótica y a la literatura de terror. El propio Hammett recordaba a Burton como un lector voraz, en una entrevista para Paul Rees, de Classic Rock:

“Estábamos en la quinta planta del edificio. Tenía un trozo de espuma en el suelo a modo de colchón, con mi saco de dormir tendido encima y mi chaqueta de cuero como almohada. Me instalé justo al lado de Cliff y él estaba leyendo un libro de 'Dungeons and Dragons', 'The Call Of Cthulhu'”.

Las declaraciones de Hammett dejan en evidencia la afición lectora de su fallecido amigo Burton. Sin embargo, no hay claridad con respecto al libro que leyó en aquella ocasión. De todas formas, queda patente la inspiración lovecraftiana, en el propio tema instrumental que cierra el disco, llamado "The Call of Ktulu". El tema, de hecho, iba a llamarse When Hell freezes over, pero, por petición del propio Burton, fue renombrado con aquel título, dotando a la obra de una mayor épica y entidad.

Ahora, se preguntarán ¿por qué Ktulu, y no Cthulhu, como el nombre original del Dios primigenio? Porque los propios integrantes, tan imbuidos por el horror cósmico, pensaban que podrían invocarlo si describían correctamente su nombre. Se trata, en todo caso, más de una leyenda que de un hecho, aunque, de ser verdad, sería una interesante anécdota que prueba el grado de influencia que tuvo Lovecraft en el arte de la banda.

En aquel tiempo, no era Cliff Burton el único amante de la literatura. Era el más cercano al genio de Providence, pero el resto de la banda también aportó al imaginario lírico. El propio concepto del disco, "Ride the lightning" fue pensado y concebido por Kirk Hammett, luego de leer una novela de Stephen King.

Dicha novela se llamaba The Stand, de 1978, y estaba ambientada en un mundo post apocalíptico azotado por una devastadora plaga mundial ¿profecía o coincidencia con el reciente covid 19? La cuestión es que Kirk Hammett, en entrevista con Rolling Stone en el año 2014, reveló una anécdota que explica cómo se inspiró para pensar en el nombre del disco:

“Había un pasaje en el libro en el que estaba un hombre en el corredor de la muerte y se encontraba esperando a “controlar el relámpago” [Ride The Lighting]. Recuerdo haber pensado, WOW que buen título para una canción. Se lo comenté a James y terminó siendo el título de la canción y del disco”.

En definitiva, el nombre del álbum se inspiró en Stephen King y el tema final del disco en HP Lovecraft. Una proeza metalera en homenaje a la literatura de terror. A mi parecer, hubiera sido mejor nombrar al disco con una referencia directa a Lovecraft. Sin embargo, creo que el concepto inspirado en King calzó mejor con el concepto general del disco. En este caso, el imaginario de ambos autores cobró relevancia en la idea fuerza, en esta evocación de lo misterioso y lo desconocido y, además, en esta cuestión de la guerra como representación del lado oscuro del ser humano.

He aquí donde viene a cuento una canción clave dentro del disco. Si de guerra hablamos, la historia detrás del clásico indiscutido “For whom the bell tolls” resulta fundamental para comprender la inspiración de la banda y el trasfondo general del álbum. El título del tema proviene directamente de la novela homónima de Ernest Hemingway, publicada en 1940. Recordemos que la novela representaba las vivencias que tuvo el propio Hemingway como corresponsal durante la Guerra Civil Española, dándole el toque literario a los terribles hechos ocurridos en Sierra de Guadarrame en Madrid.

El nombre de la novela de Hemingway provino, a su vez, de unos versos del clérigo y poeta inglés John Donne. En su obra “Devotios upon emergent occasions” (Devociones sobre ocasiones emergentes), Donne escribió las siguientes líneas: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad, por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”. Las campanas siguieron sonando durante siglos, para servir de inspiración a Hemingway y, luego, a Metallica. Una profunda red de influencias nos habla de una conexión íntima con la literatura bélica del siglo XX y con la poesía metafísica del siglo XVII.

“Ride the lightning” reúne, en un mismo asalto sonoro, en un mismo relámpago metálico, a cuatro grandes autores de la literatura norteamericana e inglesa: John Donne, H.P Lovecraft, Ernest Hemingway y Stephen King. El resultado es tan estrepitoso como elevado, tan avasallante como solemne. Hay una metafísica, un imaginario e incluso una poética en el disco que, de alguna forma, consolidó una manera de pensar el metal, más allá de los tópicos manidos de cierto “satanismo” y cierta obsesión con lo maligno. Por todo eso, se le recuerda como una obra magna del thrash metal de los ochenta, que expandió sus límites y posibilidades.

Los creadores, los verdaderos seguirán “montando el rayo”, el rayo divino de la inspiración o el rayo de la muerte, para trascender su propia condición mortal, su propia obsolescencia frente a lo inmenso.

Hasta siempre, Black Sabbath (1968-2025)

Queríamos partir este blog con un post en homenaje a los iniciadores del sonido de nuestras vidas: Black Sabbath y, en particular, a la figura de Ozzy Osbourne, que en poder descanse.

Hasta siempre a los santos patronos del metal. A Sabbath le debemos no solo un sonido, un simple estilo musical o estético pasajero, le debemos un mundo, un imaginario, un estilo de vida, una filosofía de vida.

Y Black Sabbath cantó: "Hágase el metal", y el metal se hizo sobre la tierra y el firmamento.

"En los albores de la humanidad, antes de que naciera el Sol, antes de que existiera el universo, todo era negro. Negro. Negro. Negro. Y llegó el Big Bang, el riff más atronador que jamás se había oído… Y después del Big Bang, el tiempo de Planck, las partículas y calor, mucho calor. El universo se expande y empieza el tiempo. Encendida la gravedad, estrellas y planetas confluyen...

En 2011 circuló el rumor de que podías entrar en el censo de Reino Unido y alterarlo para echarte unas risas. Si un número (indeterminado) de ciudadanos indicaba, por ejemplo, su religión, se decía que el gobierno se vería obligado a reconocerla como oficial. Por supuesto, aquello era una trola como un piano. Sin embargo, el resultado fue que 6242 personas dijeron que su religión era el heavy metal. Aunque el rumor fuera falso, esta idea había llegado para quedarse. Cada religión tiene su propio mito de la creación, y la del heavy metal tiene a Black Sabbath. Y sucedió que, de entre los inhóspitos hornos de las tierras veteadas por el hollín, tres sabios y un bendito necio entrelazaron sus caminos. Al principio era el Verbo y el Verbo era el Blues. Y la Tierra estaba desordenada y vacía. Y lo cierto es que les costó lo suyo encontrar nombre, pero pronto consiguieron algunos bolos en pubs… Si eras adolescente en los años setenta y tenías algo de dinero en el bolsillo, podías, si querías, comprarte el álbum Elton John, de Elton John. O si tenías mejor gusto y te iban las carátulas lúgubres, podías elegir Black Sabbath de Black Sabbath. Si hubieras comprado el de Elton John, te habrías equivocado, por supuesto. Black Sabbath fue el primer grupo heavy metal. No fue Led Zeppelin, ni Deep Purple ni mucho menos Grand Funk Railroad. El heavy metal nació el viernes 13 de febrero de 1970: el día que Black Sabbath publicó su disco homónimo. Todo lo anterior era protoheavy. Black Sabbath era Heavy Metal, con mayúsculas... Black Sabbath era el rayo que faltaba en el caldo primitivo. La chispa vital que infundió la vida a Frankenstein. El ladrillo que desató los disturbios. Los hippies lo intentaron con el pacifismo y el amor. Y no funcionó. Ahora tenemos que contar la verdad… y no es agradable. (Max Cavalera, Sepultura)." Historia del Heavy metal, Andrew O Neill.